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Club del Perro de Presa Canario de Las Palmas
La disyuntiva Dogo-Presa ha capitalizado la polémica de los últimos años en torno a la raza del perro de presa isleño y la
evolución de la misma, orientada por una agrupación de criadores que detenta el adjetivo de “español” desde hace veintiséis
años.
Sobre la forma y manera en que la Sociedad Canina Española consagró al club tinerfeño como su delegado en todo lo que
afectara a esta raza canina canaria, poco cabe añadir, salvo por lo que supuso de muestra evidente del arcaico centralismo
mesetario y sus ya conocidos efectos sobre las provincias. Ello por no hablar de actitudes coloniales de nuevo sello.
El objetivo de la vetusta sociedad canina española en la década de los ochenta era lograr una nueva raza que añadir al
patrimonio canino español, a cualquier precio. Y la manera, tragar con lo que le presentasen desde Canarias aquellos que más
se acercasen a la frívola forma de actuar de la canina madrileña.
Ese fue el origen de la discordia y, a partir de aquel nefasto momento acontecido en los ochenta, todo ha ido decayendo
hacia la mediocridad y el mercantilismo alrededor del perro de presa.
El perro de presa de las Canarias, realmente fue una elaboración isleña basada en dos aportaciones fundamentales de
sangres molosoides caninas con epicentro en Gran Canaria. Por un lado el lento pero continuo reguero de perros introducidos
en el Archipiélago desde el siglo XV, primero por los conquistadores y luego por los colonos hispanos, al apoderarse la corona
de Castilla de las Islas Canarias. Y ya en el siglo XIX por los perros de origen inglés que acarrearon consigo los comerciantes e
industriales británicos asentados en las Islas capitalinas durante largos años de gran prosperidad para el Archipiélago.
Estas aportaciones unidas, en mayor o menor medida, a poblaciones caninas indígenas, debieron originar las razas actuales
de nuestros perros canarios.
Uno de tales tipos caninos es el perro de presa, tal y como aquí se le ha conocido siempre. Lo de canario llegó más tarde,
también en la década de los años ochenta de la pasada centuria, coincidiendo con los inicios de la recría y la difusión de esta
soberbia raza canina fuera de las fronteras isleñas.
El cometido funcional documentado del perro de presa antiguo (del siglo XVI al XIX) se ciñó al manejo del ganado vacuno,
tanto en los mataderos –donde sometían a las reses para que actuase el matarife- como en los campos, sirviendo de boyero a
nuestros ganaderos tradicionales. Esta fue la labor principal del presa, lo que no quiere decir que no haya sido empleado
simultáneamente como guardián.
Se cree que fueron los británicos los que trajeron consigo la afición a las peleas caninas y, paralelamente, sus selectos perros
de presa, herramienta necesaria para desarrollar tal deporte.
Esta actividad conformó al perro de presa más reciente, como un animal de pelea, provisto de una atlética constitución, una
gran dureza y un carácter acorde con dicha funcionalidad. Así fue nuestro perro durante casi todo el siglo XX y mientras su cría y
selección estuvo en manos de campesinos, boyeros, guardianes y perreros. Pero cuando se reconoció apresuradamente la raza
de manera oficial –en el año 1989- entró en lid una nueva tendencia que vendría a dar al traste con siglos de selección
funcional: las exposiciones de belleza. La entrada del presa en los círculos de belleza logró lo que muchos ya habíamos
pronosticado con antelación, acabar poco a poco con la raza.
Y así fue, a juzgar por lo que los acontecimientos nos dicen: el cambio del patrón racial para acercarlo a nuevos estándares
de belleza, la desaparición de su denominación histórica, la transformación de su funcionalidad para convertirlo en animal
exclusivamente de compañía, o sea: prácticamente la muerte de este tipo canino.
Afortunadamente el recién nacido “dogo” no es animal de predicamento entre los aficionados grancanarios. Aquí se sigue
criando el perro de presa alejado de las exposiciones y sus nefastos efectos y pensando más en su funcionalidad que en otros
aspectos morfológicos.
Mientras las tendencias de belleza, auspiciadas por el Club oficial, se esmeran en lograr animales clónicos, linfáticos y
decorativos, un numeroso grupo de criadores sigue desarrollando antiguas líneas grancanarias cuyo mayor potencial es la
funcionalidad. Obviamente orientados hacia la guarda y defensa, tareas que nuestro perro de presa tradicional desempeña con
facilidad.
Fracasado el modelo estético y deportivo o de belleza, cobran mayor importancia las tendencias de cría del presa tradicional,
en cuya trayectoria el “dogo” no ha sido más que una piedra en el camino. El amante del perro de utilidad encuentra en el presa
una versátil herramienta, capaz de desempeñar diversas funciones, pese a la mayor propaganda que han adquirido las líneas de
exposición, materializadas en el mal llamado dogo canario.
Al margen de componentes comerciales y mercantilistas de las líneas estéticas y del nuevo experimento canino ¿dogo?,
abogamos por la preservación del perro de presa tradicional con sus utilidades y potencialidades, que fue reflejado en el único
estándar consensuado entre las aficiones de Tenerife y Gran Canaria elaborado en el año 89 en Canarias y por canarios y no en
Madrid, cuya vigencia aún perdura.
Más aún, el RD. 558/2001 de 25 de mayo, en su Anexo de razas caninas españolas contempla el único patrón racial del
Perro de Presa Canario legalmente aprobado por el Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación, documento que –hasta el
día de hoy- no ha sido modificado. Y en el mismo, se contemplan las capas tradicionales, entre las que se encuentra la
coloración negra y los porcentajes de pigmentación en blanco que se admitieron en su momento.
Pese a que la cinofilia oficial camina por los derroteros de finiquitar la utilidad de las razas que ampara, frente a este
fenómeno se produce una reacción contraria que aboga por la conservación de la funcionalidad del perro, como única forma de
pervivencia de las razas caninas.
Clemente Reyes Santana
¿PRESA O DOGO?
Clemente Reyes Santana
Registro Nacional de Asociaciones del Ministerio del Interior
con el nº. 595790.
Inscrito en el Registro Nacional de Asociaciones del Ministerio del Interior con el nº. 595790.