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Club del Perro de Presa Canario de Las Palmas
DOGO CANARIO (Perro de Presa de las Islas Canarias) SIN POLÉMICA
(Clemente Reyes)
Demencia: Locura, trastorno de la razón. Deterioro progresivo e irreversible de las facultades mentales que causa graves trastornos de
conducta. Demencia senil. (Diccionario de la R.A.E.: f. Med. y Psicol).
Cinismo: (Del lat. cynismus, y este del gr. κυνισμός). Desvergüenza en el mentir o en la defensa y práctica de acciones o doctrinas
vituperables. (Diccionario de la R.A.E.).
Llegó a nuestras manos algún artículo publicado en la página Web del Club del Dogo Canario, atribuido a D. Manuel Martín Bethencourt y
rotulado bajo el sugerente título de “DOGO CANARIO (Perro de Presa de las Islas Canarias). Sin Polémica”. Un texto que, de no ser por
algunas alusiones a nuestra raza canina, habría pasado totalmente desapercibido para los amantes del perro de presa. No obstante, el
referido pasaje chalanea intencionadamente entre las características de dos razas diferentes, con sus correspondientes patrones raciales,
sembrando –de paso- semillitas para la discordia, pese al jocoso título que encabeza su escrito (…sin polémica…).
Parece oportuno refrescar al Sr. Martín algunos aspectos importantes sobre el Perro de Presa Canario que, aunque pareciera no tener
suficientemente claros, sospechamos que conoce perfectamente y prefiere omitir intencionadamente.
Afirma el autor que “En poco más de treinta años, el perro de presa de las Islas Canarias ascendió de un grupo étnico casi inexistente a
convertirse en raza, hoy con la denominación de Dogo Canario, milagro propiciado esencialmente por el Club Español del Dogo Canario…”. Tal
aseveración contiene algunas imprecisiones de bulto. Cuando se creó el club tinerfeño en el año 1982 ya había criadores de perros de presa
en Gran Canaria, de cuyos ejemplares se nutrió y se sigue nutriendo hoy la población de Tenerife de manera incesante. Tales aportaciones han
sido admitidas, unas veces, y otras no, enmascarando sus genealogías a través de falsas inscripciones de camadas y ficticios pedigríes. Luego
la supuesta inexistencia del presa se daría –en todo caso- en la isla del Teide, puesto que en la nuestra nunca dejó de criarse y aficionados
que dieron fe de ello sobran: Juan Santana, Demetrio Trujillo, Arbelo, Manuel Alemán, Panchito Saavedra, Rosendo, Salvador Bolaños, Luis
Barrera, Antonio Martín, Severiano Alemán, el Coronel, Ramón Rodríguez, Salvadorito, Antonio María Moreno, etc.
Dejando a un lado la posible beatificación del club tinerfeño, algo sobre lo que la Comisión de Prodigios de la Diócesis de Canarias deberá
pronunciarse algún día, diferimos de que lo que en su momento fuera el Perro de Presa Canario sea hoy eso que él denomina Dogo Canario.
Y ello por dos motivos fundamentales: a) ningún club por oficial que resulte tiene capacidad para cambiar la historia por más que repita cien
veces la misma mentira y b) hoy por hoy el único patrón racial oficial del Perro de Presa Canario es el informado por el Comité de Razas de
Ganado de España y aprobado por el Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación que recoge la auténtica denominación de nuestro perro y
sus características raciales (Anexo al RD 558/2001, B.O.E. 142 de 14 de junio).
Yerra de nuevo el escribiente cuando refiere que las búsquedas, selección y cría incesantes del club de Tenerife captó la atención Canina
Española que reconoció al presa como raza en 1989. Debería decirse, más bien, que el reconocimiento fue producto de una intensa presión a
la Sociedad Canina ejecutada por su asociación y secundada por el Cabildo tinerfeño, para que la raza se reconociese a toda prisa, obviando
a la afición grancanaria, olvidando la mayor población de presas en esta isla y la existencia de otras entidades igualmente legítimas para su
defensa. La urgencia oriental pretendía lograr a toda costa que Tenerife tuviese, por fin, una raza canina propia, dado que en Gran Canaria se
había gestado el Podenco Canario y en Fuerteventura se apuntalaba ya el Perro Majorero.
Continúa contando Martín que en el año 2001 (no dudamos de las gestiones que pudo desarrollar el club tinerfeño) la Federación Cinológica
Internacional reconoció provisionalmente la raza con carácter internacional. Nuevo patinazo, ya que lo que la FCI aprueba es otra raza con otra
denominación y (lo más importante) con otro patrón racial,.¿Cómo se definiría eso, científicamente hablando?
Prosigue D. Manuel profiriendo lamentaciones en voz alta, ejercicio en el que narra la insoportable presión ejercida por la malvada canina de
Madrid que obligó a su club a renegar de la denominación histórica del perro de presa canario para satisfacer a la FCI y lograr otra vuelta de
tuerca al estándar alumbrando una nueva cosa: el Dogo Canario. Las justificaciones argumentadas por nuestro instruido cinófilo a tan
rimbombante suceso no tienen desperdicio alguno: “… se consideró que se podría denominar “dogo” a nuestro perro, al igual que ya había
ocurrido con el presa mallorquín…”. Sin comentarios.
Tampoco desmerece el romance que narra sobre tan abnegado acuerdo, adoptado por un reducido grupo de hombres buenos a cuya noble
actuación debemos los canarios la paternidad del Perro de Presa Canario y los altos logros alcanzados durante su dignísima trayectoria. Así,
los designados por el dedo divino confiesan el intenso dolor que sufrieron al apadrinar tan punzante disposición: “La decisión fue tomada por la
asamblea del Club de la raza con la mejor buena fe y siempre pensando en el beneficio de nuestro perro y en la máxima de “no importa de
donde venimos sino adonde vamos y que queremos”. Se consideró, además, el reconocimiento internacional por la F.C.I como culminación a
tantos años de lucha, esfuerzos y sacrificios por parte del Club y numerosos criadores.” “En ningún momento se pensó que la pérdida de la
palabra presa iba a constituir una tragedia como hoy se pretende al parecer, puesto que el perro y la raza nada han perdido, sólo es un nombre
sin más.” “La difícil decisión se acordó por unanimidad, ante la obligatoria y trascendente condición impuesta al Club y ante el gran
espaldarazo que nuestra raza recibiría al ser reconocida por la FCI, entidad cinófila mas importante del mundo.” “El club no dejó escapar la
oportunidad de conseguir para nuestra raza el reconocimiento internacional…”
Pero entre tanto género novelesco se escapa alguna verdad, porque lo que sí es cierto es que la máxima del club tinerfeño ha sido siempre la
de no mirar hacia atrás. Es decir, la historia no pinta nada y lo único que importa es el presente. Si el perro era de esta manera ¿qué mas da?
Nosotros lo hacemos de la otra y punto. ¿Qué se usaba para esto y lo otro? Nada, nada, ahora será para aquello. Y así un día tras otro, el
susodicho club se ha ido alejando del perro original despreciando su tipología tradicional, recriando otras cosas, ignorando la coloración de su
capa, su utilidad y funcionalidad, su temperamento, su morfología, la población existente en otras islas y hasta su denominación histórica.
¿Qué nos queda? Otra raza. Eso sí, ésta reconocida a nivel internacional por la F.C.I., máxima entidad cinófila a nivel del mundo mundial. Y al
pueblo canario, único titular de su patrimonio autóctono, ya sea cultural, animal o material que representa el Perro de Presa, ni consultarle.
Y a continuación, muestra Martín Bethencourt, el verdadero motivo de su comentada redacción: el considerable enojo que le produjo la edición
de octubre pasado de la revista El Mundo del Perro, donde se profieren algunas verdades crudamente relatadas. Dicha publicación, tantas
veces utilizada para elogiar los infinitos logros alcanzados por el club tinerfeño bajo la batuta –precisamente- de D. Manuel Martín Bethencourt
(milagrosos logros como él mismo los define) y la profusión de fotos, un día sí y otro también, de los tipos tinerfeños (muy distantes de la
crianza grancanaria), ahora parece convertirse en un panfleto inmundo que causa “asombro” a los “auténticos aficionados” publicando locuras
que emanan de dos clubes radicados en Gran Canaria. Héte aquí el auténtico problema.
Aunque no queda ahí la cosa, porque nuestro adalid en la causa del Dogo Canario, considera que la cruda situación plasmada en tan crítica
revista “..no es reflejo de la verdad y que puede resultar desorientadora para el buen aficionado que se pregunta cuales pueden ser los
intereses que impulsan a esas personas para llegar a tamaño desatino…”. Vamos, que del editor para abajo estamos todos locos, viviendo en
un mundo equivocado y alejados de los buenos y auténticos aficionados que se congregan –por supuesto- bajo la lona del club tinerfeño,
propietario perpetuo de la verdad más absoluta.
En igual línea, prosigue Martín con un dogma de fé que haría temblar al mismísimo Torquemada (existe un solo Dios), “…existe un solo
estándar, aprobado por la Canina de España y por la F.C.I…”. Pues no discutiremos con Martín que haya un solo estándar, es cierto que lo
hay, pero no referido al Dogo Canario sino que define al Perro de Presa Canario y que fue aprobado por el Comité de Razas de Ganado de
España (Anexo al RD 558/2001, B.O.E. 142 de 14 de junio), como ya indicamos antes, guste o no guste. Éste es el patrón oficial del Perro de
Presa Canario y habrá otro del Dogo (si él lo dice). Aunque a mí el que realmente me gusta es el que aprobaron todas las asociaciones de
criadores que existían en Canarias en el año 1989, cuyo original fue rubricado también por Manuel Martín Bethencourt (entonces Presidente
del Club tinerfeño) y por D. Miguel Ángel González (también directivo del mismo). Patrón que surgió del único momento de consenso y diálogo
que vivieron las aficiones al Perro de Presa Canario antes, durante y después de su generación como raza oficialmente reconocida. Sin
embargo el viraje del club tinerfeño (que rompió unilateralmente los acuerdos alcanzados) y el desinterés mostrado por la Sociedad Canina de
España dieron al traste con el estándar más ajustado a la realidad del perro de presa que se ha confeccionado nunca.
En la misma línea de desvarío, prosigue el autor negando diferencias entre la crianza grancanaria y la tinerfeña (semejante patología sensorial
debería ser tratada facultativamente), aunque pudiera resultar comprensible si se refiere a los Dogos pues, sabido es, que todos (tanto los que
se crían en esta Isla como los de la de enfrente) proceden de castas tinerfeñas, so pena de no ser registrados ni premiados ni admitidos al
paraíso celestial del Libro de Orígenes Español que ellos controlan.
Ya en un ataque de extravío sobrevenido considera mestizo al perro que aparece en la página 92 de la mencionada revista, en su edición de
diciembre pasado. Es evidente que la capa negra y los pigmentos blancos han sido una auténtica cruz en el ideal personal de Manuel Martín,
adepto al leonado y al bardino absolutos como gustos personales propios, intrínsecos e intransferibles suyos. La historia, la evolución y la
realidad del Perro de Presa Canario deben estar muy alejadas del raciocinio del avezado perrero.
Sería una redundancia recordarle al distraído escribiente cuáles eran las capas históricas del perro de presa isleño, dado que él las conoce
perfectamente aunque las cubra con su amnesia interesada. De modo que nos limitaremos a reproducir (con su permiso, claro) algunos
documentos gráficos muy didácticos e instructivos. Entre éstos, la postal de época que figura como portada del folleto promocional editado por
su Club a principios de los años ochenta, la del artículo “In memoriam homenaje a un adiestrador ejemplar: D. Pedro Palmero Rodríguez
(1885-1970) 1ª parte” -Ed. El Lagunero, feb. 1997- también firmada por el mismo Club y algunas de su propio libro, que suponemos escrito por
él mismo y, por tanto, conocedor de su contenido: “El Presa Canario” (Editado por su Club y patrocinado por el Cabildo de Tenerife). Y ya como
refresco memorístico le regalamos al olvidadizo escribiente algunas imágenes tomadas en Gran Canaria a mediados del pasado siglo (cuando
aún proliferaban los perros de presa en el Archipiélago sin mácula de Dogo alguna), si bien presentado capas notablemente mestizas según la
retina del agudo estudioso tinerfeño. Ya se las mostré en 1989 y no me importa volver a hacerlo ahora.
Homenaje a un perrero lagunero, Pedro Palmero, rubricada por el perrero tinerfeño, al que el autor le atribuye la cría y adiestramiento de varios
perros de presa. Algunos de ellos pueden verse en la ilustración y lo más interesante: sus capas. ¿no se percató de ellas el amigo Martín?
Impagable estampa de finales del siglo XIX que muestra a un campesino tinerfeño “El Berro” acompañado de un rústico perro de presa. Como
puede observarse la pigmentación blanca sobre bardina obedece seguramente al tratamiento informático Fotoshop, porque el perro, según
Martín, debía ser de capa bardina absoluta. La postal aparece en un folleto del Club tinerfeño y (un fragmento de ella) en la página 28 del libro
del propio Manuel Martín.
Página 42 del mismo libro: Ejemplar careto fotografiado en Granadilla de Abona, según el autor, en los años cincuenta. Otro lapsus que se coló
en el libro del purista lagunero. ¿Quién pondría esa foto ahí?
Página 40 del citado texto: ”Derby” era un cruce de majorero. Alguna excusa habría que buscar para no admitir la tipicidad de su coloración
negra y bardina. Capa, por otro lado, muy común antes y ahora en las poblaciones de presas isleños.
Página 38 del referido libro: “Turco”. Ya en los años cuarenta los perros se maquillaban para estar más guapos. De modo que a “Turco” lo
pintaron de blanco para darle un toque pintoresco. De no ser por ello este ejemplar presentaría una hermosa y homogénea capa bardina a lo
largo y ancho de su cuerpo.
Manuel Curtó recoge en su libro “ El Perro de Presa Canario (Su verdadero origen)” esta instantánea de los años sesenta, donde aparece un
perro de presa negro fotografiado en Las Mercedes, Tenerife. Otra vergüenza más en la noble historia de la raza…
El ingeniero Agrícola grancanario D. José Hidalgo residió algunos años en el municipio tinerfeño de La Laguna, allí adquirió este perro de
presa cuya coloración debería ratificar las hipótesis martinianas sobre las capas homogéneas. ¿O no?
El mítico “Boy” de Ramón Alemán (a la derecha) y “Asesino”, negro, calzado y careto en blanco, se las ven en las inmediaciones del
Cementerio de Arucas. La coloración de este último, debió obedecer a un accidente genético. Foto de mediados de la década de los
cincuenta.
“Buen Amigo”, tremendo peleador y fenomenal guardián de los años sesenta, recostado en la finca de Barranco Seco, donde muestra su capa
bardina y blanca en más de un 90 %. ¿Otro mestizo?
El popular peleador del Barranquillo Don Zoilo, Demetrio Trujillo, enfrenta un perro blanco casi absoluto a un combatiente enzalamado de capa
bardina y blanca que sostiene Severiano Alemán. Foto de los años sesenta de la pasada centuria. ¿Errores de la naturaleza o capas
tradicionales?
D. Francisco Falcón Lorenzo nos hizo llegar esta hermosa estampa de uno de sus muchos perros de presa de capa negra y acorbatada en
blanco, hecha en el año 1957 en el aruquense barrio de Bañaderos. ¡Cuánto perro callejero!
Del ojeo de tales imágenes puede obtener conclusiones hasta el lector más miope y desconocedor de la raza. La fundamental: que las capas
de los perros de presa tinerfeños y grancanarios anteriores a la existencia del club allí radicado, eran leonadas, bardinas y negras, con
presencia de manchas blancas que podían llegar a ser casi absolutas. Luego cabe preguntarse el porqué de tanto empecinamiento en imponer
determinadas coloraciones excluyendo a las tradicionales. La respuesta también la ofrece el articulista tinerfeño en el mismo texto: “no importa
de donde venimos sino adonde vamos y que queremos”. Con semejante rigor científico, respeto a la historia y celo recuperador, podemos
hacernos una idea de como se ha llegado a la situación actual. El Club tinerfeño ha pasado de la verborrea con que anunciaba recuperar una
raza ya existente a inventarse otra distinta y novedosa diferenciada del animal original.
Acaba el teórico lagunero aludiendo a la “colaboración sincera y desinteresada” de “los señores” y que “el cariño a la raza esté por encima de
todo”. Hermosos palabros que dejarían perplejos a quienes no conocen las artes y mañas del Club del Dogo. Eso, siempre y cuando no
hubiesen leído el párrafo que antecede al mismo: “El perro de presa de las Islas Canarias, raza reconocida internacionalmente, es solo una y
se le denomina hoy DOGO CANARIO”. Cabe preguntarse Colaborar ¿qué? ¿Cómo en el año 1989?
Pues nos tememos que poca colaboración sincera y desinteresada va a recibir mi hombre si no se entera que el Presa Canario está
reconocido por el Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación español y que lo demás son cariños confesos no es al perro, precisamente,
sino a las “perras”.
Es una opinión de Clemente Reyes Santana
Registro Nacional de Asociaciones del Ministerio del Interior
con el nº. 595790.
Inscrito en el Registro Nacional de Asociaciones del Ministerio del Interior con el nº. 595790.